miércoles, 25 de enero de 2017

Voces de Mujer en la literatura hondureña



Yo soy un poeta,
un ejército de poetas.
Clementina Suárez, poeta hondureña.
Y hoy quiero escribir un poema,
un poema silbatos
un poema fusiles.
Para pegarlos en las puertas,
en las celdas de las prisiones
en los muros de las escuelas.
Hoy quiero construir y destruir,
levantar en andamios la esperanza.
Despertar al niño,
arcángel de las espadas,
ser relámpago, trueno,
con estatura de héroe
para talar, arrasar,
las podridas raíces de mi pueblo.


Clementina Suárez




Mucho se habla de la literatura hondureña escrita por mujeres, pero muy poco se analiza o se conceptualiza al respecto. Existe una problemática en cuanto a la difusión de la literatura en general, es evidente la escasez de medios que ayuden a generar la publicación y promoción de las diferentes obras y más evidente aún la limitación económica que impera en nuestro país y que dificulta en nuestras creadoras la edición de sus libros.

María Eugenia Ramos, narradora y poeta hondureña.
En las últimas décadas ha surgido un afianzamiento de las voces de las mujeres en la literatura hondureña. Poetas y narradoras como Lety Elvir Lazo, Venus Ixchel Mejía, Anarella Vélez Osejo, Perla Rivera, María Eugenia Ramos, Mayra Oyuela, Jessica Isla, Martha Susana Prieto, Ana Lucía Padilla, Waldina Mejía, Diana Vallejo, Heydi Alachán, Rebeca Becerra, entre otras, son autoras contemporáneas que sin duda representan una generación de mujeres que sobresalen en el mundo de las letras y que nos proponen un nuevo discurso literario.

Temas como la desigualdad social, el estatus quo, la violencia en todas sus manifestaciones, la pobreza, la diversidad sexual, el conflicto racial, el erotismo, la libertad, la independencia, la reivindicación de los derechos y el lugar de la mujer en la sociedad actual, entre otros,  son tópicos abordados de manera recurrente en nuestras creadoras. De esta manera,  han hecho uso también de la palabra para denunciar los diferentes conflictos arrastrados por una sociedad patriarcal que por siglos ha definido y limitado el trabajo literario a una labor masculina.

Lucila Gamero, narradora hondureña.
Si retrocedemos un poco en la historia de Honduras, encontraremos  mujeres que asumieron su feminidad incluso en la arena política, tal es el caso de Clementina Suárez, Lucila Gamero de Medina, Argentina Díaz Lozano, entre otras, quienes tuvieron una importante participación en la demanda de los derechos políticos de las mujeres. Hablamos de voces eminentemente transgresoras de acuerdo con los esquemas sociales de su tiempo, siendo todas sufragistas y teniendo una participación notoria en los diferentes movimientos políticos, sin descuidar su producción literaria en la que nos retrataron el ambiente y la situación social y cultural de su época. Para el caso, un relato como Alda, de Lucila Gamero de Medina, nos presenta una historia enmarcada en la equidad de género, tema que sin duda continúa siendo motivo de discusión e incomodidad en nuestra sociedad actual y que nuestras narradoras contemporáneas le han dado una renovada y necesaria voz en sus obras.


AnaLu Padilla, Mayra Oyuela y Jessica Isla.

En el instante en el que se decide plasmar literariamente un mundo personal, una visión del mundo, una experiencia de lo vivido o una visión de la vida, uno de los recursos a los que de manera recurrente  se acude es a la tradición. Esta herencia que a lo largo de la historia ha codificado determinados significados que han pasado a ser comprendidos por los lectores y las lectoras siempre de la misma manera, convirtiéndose en tópicos literarios. El otro recurso ineludible, sobre todo cuando se escribe poesía, es el de la simbolización, el de dar a las palabras contenidos simbólicos nuevos y personales.
 Para una mujer que desea escribir poesía recurrir a la tradición presenta una enorme dificultad, ya que esta es siempre la de la cultura dominante que se ha ido transmitiendo a través de la enseñanza académica y de la crítica literaria. A lo largo de la historia se ha ido construyendo un canon del que se marginan las obras que no se atienen a la visión androcéntrica del mundo. En esta tradición la mujer aparece siempre como madre, esposa, musa, amante, ángel del hogar, ser celestial,
pero nunca como sujeto. 
El Yo de la mujer que escribe es precario y complejo puesto que no solo debe transformar el lenguaje que la oculta, sino también transformar todo un universo de símbolos y connotaciones que durante siglos han ocultado su ser, su pensamiento y sus deseos.
Nuestras escritoras hoy saben que no se puede reproducir lo que la sociedad ha considerado que deben ser las preocupaciones propias de las mujeres, lo que la cultura ha ido acumulando sobre su identidad. Por eso, en la literatura y la poesía contemporánea que escriben, hay una constante y sistemática destrucción de tópicos propios de la visión androcéntrica del mundo. 

miércoles, 18 de enero de 2017

Contra Jaime Gil de Biedma y Soliloquio del farero



En el panorama de la poesía española del siglo XX hay tres poetas cuyas obras y contextos se emparentan: Federico García Lorca, Luis Cernuda y Jaime Gil de Biedma. Los tres fueron disidentes políticos, homosexuales y escritores que han sido revisitados por la crítica literaria y el cine. Cabe concretar que tanto la obra de Jaime Gil de Biedma como la de Luis Cernuda, estuvieron influenciadas por la poesía inglesa, por autores como Auden, Pound y T.S. Elliot.

Entre Gil de Biedma y Cernuda existió una amistad de la que se conserva aún la correspondencia que mantuvieron durante la estancia de Jaime en Oxford. En ambos encontramos una obra poética de carácter autobiográfico, que reacciona contra la falsa moral, contra la injusticia social y la marginalidad en la que se vieron envueltos.

Sus obras tratan tópicos recurrentes como la soledad, el erotismo, la exaltación al amor y el aprecio de la amistad, esto lleva a ambos poetas a crear un diálogo interno que se ve plasmado en los poemas Soliloquio del farero y Contra Jaime Gil de Biedma.

Los autores estudiados escriben su depresión y negación, tratándose de una poesía desoladora ya que hace escarnio de sí mismos como atestigua el poema Contra Jaime Gil de Biedma: «tu estilo casual y que tu desenfado/ resultan truculentos/ cuando se tienen más de treinta años,/ y que tu encantadora/ sonrisa de muchacho soñoliento/ ‒seguro de gustar‒ es un resto penoso/ un intento patético» (Gil de Biedma, 1968: vv. 23-30).  Cernuda denunciará en su obra con voz rebelde y doliente la causa del derrumbe de su sueño homoerótico: los límites sociales y los límites del propio cuerpo que encarcelan el deseo tanto por represión como por egocentrismo. El primer hito en el desarrollo de la poesía amorosa de Cernuda reside, pues, en la revelación de su diferencia: el amor es un acto de violencia social y política (Silver, 1989). Cernuda en Diré como nacisteis proclama la soberanía imperiosa de los placeres prohibidos contra las instituciones que representan la negación de su libertad (matrimonio, familia, religión y leyes): «Abajo, estatuas anónimas, / Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla; / Una chispa de aquellos placeres / Brilla en la hora vengativa. / Su fulgor puede destruir vuestro mundo» (Cernuda, 1931: vv. 45-49).

El recurso del desdoblamiento de la voz les permite hablarse a sí mismos para censurarse, marcar las vejez en relación con la juventud paseante por las calle; les lacera la renuncia y la terrible soledad. La realidad presente es adversa, se lamentan las pérdidas y sólo se recurre a las evocaciones de la memoria de un tiempo mejor. En Soliloquio del farero el poeta realiza un desdoblamiento en el farero para expresar de forma objetiva la soledad que ha padecido toda su vida, la identidad de la poesía y su identidad como poeta. A su vez, en Contra Jaime Gil de Biedma se denotan dos yo poéticos o dos mascaras del poeta que desnudan algunas facetas del mismo y de su misma poesía.

En Invocaciones se halla un Cernuda desengañado del amor humano que vuelve los ojos al mundo de los dioses. Este libro nos presenta su espacio mítico, donde estarán no sólo el muchacho andaluz y el joven marino (seres casi siempre confundidos o desposados con el mar) sino también su soledad. En Soliloquio del farero Cernuda exalta la soledad activa, a la que el desprecio de los hombres lo ha empujado y que es concebida como una especie de atalaya desde la que luchar por un mundo mejor: «Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía/ y tú me das fuerza y debilidad» (Cernuda,


1940: vv. 41-42). Además, Cernuda expresa una introspección vivificadora que se genera a través de la soledad antedicha, aspecto que se puede relacionar de manera directa con Contra Jaime Gil de Biedma, pues es el encuentro consigo mismo el que lleva al ser humano a sumergirse en un estado de soledad superior a la ordinaria, como afirma Biedma cuando se refiere a la poética cernudiana.

Contra Jaime Gil de Biedma es un reconocimiento a la pluralidad de voces interiores que relucen en la soledad, se transfieren las vicisitudes personales arraigadas en lo profundo del corazón, a través del hecho de vislumbrar la soledad de la vida bohemia, la soledad de yo interior al que solo acompañan los objetos y las personas de paso en medio del sosiego alcoholizado. Por su parte, en el Soliloquio del farero se perciben diversas facetas de la soledad: la soledad infantil y la exaltación de la misma, precedida de la negación y la búsqueda de compañía en la juventud, para terminar en un presente desolado que conlleva al encuentro con la humanidad. Se evidencia la relación del quehacer del farero con la profesión del poeta, la soledad constante pero que no apena, porque esa soledad permite emitir lo mejor de sí para la humanidad por medio del hallazgo de la verdad. 

Gil de Biedma expresa un encuentro con la debilidad y el defecto, con la parte oscura del yo. Refleja el conocimiento personal, la comprensión del estado paupérrimo del ser interior. Situación que únicamente puede ser entendida a través de la soledad y el desapego que ella conlleva.

En efecto, desde su refugio interior objetivado a través del ambiente de desolación y soledad arquitectónicas del faro, el yo poético se proyecta en la altiva contemplación del mundo. Un mundo poblado de seres desconocidos e incomprensibles por quienes el poeta desdoblado vive «aun cuando no los vea» (Cernuda, 1935: v. 50), seres imaginados con los que sueña: «La soledad poblé de seres a mi imagen / Como un dios aburrido» (Cernuda, Himno a la Tristeza, 2008: vv. 14-15).    

Marginado por esta doble condena, la conciencia de ser poeta y homosexual, la voz poética se atrinchera en las tinieblas de su exilio interior, encerrándose en su neorromántica torre de marfil para intentar encontrar, desde su autoaislamiento, el verbo que le permitirá acercarse a esa realidad, a ese deseo que se le escapa: «L’amour est à réinventer, on le sait» gritaba Rimbaud en medio de su Temporada en el infierno (Rimbaud, 1998: 64).

El poeta se da así cuenta de la misión profética que le incumbe como a pesar suyo: la necesidad, para los que han recibido ese demoníaco «don en sueños» (Cernuda, «Noche del Hombre y de su demonio», 2008: v. 8), de «se faire voyant […] pour arriver à l’inconnu» (Rimbaud, 2007: 73). El poder de la palabra debe guiar, como la luz vidente del faro, a las náufragas muchedumbres de la vida. La brillante metáfora del diamante que en la noche «gira advirtiendo a los hombres» (Cernuda, 1935: vv. 48-49) traduce así la esencia divinatoria de la poesía que se alza «ante la espera de una revolución ardiente» (Cernuda, 1935: v. 54): «El poeta cuya palabra lúcida es como diamante» (Cernuda, “Góngora”, 2008: v. 2).

Al igual que Cernuda, Gil de Biedma está plenamente consciente de su vocación de poeta maldito. Pero, al contrario del primero que, desde su estática fetal, su «cuna vigilante» (Cernuda, 1935: v. 47), intentaba encontrarse a sí mismo a través de la mediación de una soledad neorromántica, sacralizada como madre y musa: «Cómo llenarte, soledad, / Sino contigo misma. […] Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona/ Que yo fui» (Cernuda, 1935: vv. 1-31), Gil de Biedma deja el tono lírico de Cernuda para exprimir hasta la exasperación ese otro que le habita, ese sarcástico reflejo de su pasado, ese caricaturesco «bohemio»«pelmazo»«memo»«zángano»«inútil», «cacaseno»«puta» (Gil de Biedma, 1968: vv. 6-34), hijo de los vicios de una sociedad podrida.

Contra Jaime Gil de Biedma es el testamento de un maduro proceso de automutilación, de aniquilación, de castración del interlocutor como encarnación paródica y onanística del pasado del yo poético. Como bien lo puede reflejar el título del poemario, Poemas póstumos, Gil de Biedma lleva el ejercicio del monólogo dramático al extremo, consiguiendo interpelar al lector en un tumultuoso desgarramiento que ilustra la teoría de Roland Barthes sobre La muerte del autor«La naissance du lecteur doit se payer de la mort de l’auteur» (Genette, 2003: 131).

En cuanto a una de las similitudes más destacables, encontramos el recurso del monólogo dramático. Formalmente los poemas cumplen con los requisitos del monólogo dramático, lo incondicional es la estética lírica en su estructura. Tienen un hablante, en el del Farero es él mismo quien realiza esta función, en el segundo poema el hablante es la primera máscara del poeta que increpa a la otra parte del Yo poético. Existe un interlocutor, es personificado por la Soledad en el primer poema y en el segundo poema es la otra cara del Yo. Los interlocutores se identifican por las intervenciones  del hablante, pues a ellos les dirige sus palabras sin que ellos respondan. Esta relación (hablante-Interlocutor) le impregna dramatismo a los textos líricos. Los poemas inician con un interrogante: «cómo llenarte» (Cernuda, 1935: v. 1) y «De qué sirve» (Gil de Biedma, 1968: v. 1), cargando al poema de interiorización e indagación; por tanto, denotan un ligero existencialismo del yo lírico y de los poetas. El encabalgamiento en el poema de Cernuda le imprime al yo poético una dureza al expresarse: «Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona /Que yo fui» (Cernuda, 1935: vv. 30-31), lo mismo ocurre en el poema de Gil de Biedma, además de ser una estética heredada de Hölderin, en donde la experiencia vital se presenta como fuente de inspiración absoluta. La evocación de recuerdos y vivencias personales es constante en ambos poemas. En Soliloquio del farero el yo poético circula en la búsqueda de contrapuestas dimensiones de la identidad (Gil de Biedma, 1977: 341) siendo el emisor un testigo que transita capítulos del pasado hasta encontrar la definición poética presente en la figura del vigilante. Esta definición poética pasa incorruptiblemente por el estado de soledad que, a su vez, permite hermanarse con elementos naturales que recuerdan a los poetas románticos (sol, lluvia, bosque, oleaje). La soledad funciona como un trampolín y como un fin en sí mismo. Para llegar a la soledad última, el poeta pasea por la infancia buscando las «auroras futuras y furtivos nocturnos» (Cernuda, 1931: v. 6) hasta darse de bruces contra la persona que fue, que está manchada de «juveniles traiciones». Desde la soledad del farero como símbolo se puede alcanzar el éxtasis de la poesía, la única salvación posible, estableciendo dicha soledad como una paradoja constante, como una guía de las «muchedumbres» para acabar acodado en el balcón oyendo las imprecaciones del mar. Los últimos versos resultan claves, pues dan cuenta de la huida («Por ti, mi soledad, los busqué un día», Cernuda, 1931: v. 65) y del auto-descubrimiento (« En ti, mi soledad, los amo ahora», Cernuda, 1931: v. 66).

De diferente manera se acerca la soledad en Gil de Biedma, dibujada a partir de los estragos del poeta y su personaje. La esquizofrénica aproximación nos lleva a un desdoblamiento incitado por el apóstrofe que comienza en el séptimo verso («si vienes luego tú, pelmazo»), configurando la emoción pendular donde no existe desaparición del sujeto lírico, sino una reescritura de la experiencia en otro personaje o en el mismo poeta desdoblado. El recurso del desdoblamiento del yo poético confiere la sensación de extrañamiento a ojos del lector. En Cernuda, este desdoblamiento se provoca a través de la figura solitaria del farero como una personificación de una emanación interior (Thanoon, 1991: 112). En Gil de Biedma, el propio poeta es la emanación paralela de la discordia y la pérdida. El alegato supone un descenso a los infiernos del paso del tiempo, al envejecimiento, a la promiscuidad, a la tendencia de buscar la eterna juventud en los versos «Podría recordarte que ya no tienes gracia / Que tu estilo casual y que tu desenfado / resultan truculentos» (Gil de Biedma, 1968: v. 23-25).

Asimismo, la intimidad aparece como seña de identidad en ambos poemas. En Cernuda funciona con la mirada del farero, mientras que Gil de Biedma transita la cara más oscura de la bohemia, una intimidad referente a chulos, bares de mala muerte, impotencia de la aceptación de uno mismo. El poeta de Gil de Biedma se reencuentra consigo mismo en una intimidad que puede llegar a la humillación, pero cuyo giro «innoble» es el amor propio.

En todo caso, los testimonios de Cernuda y Gil de Biedma advierten de una fatalidad de la vocación poética: la soledad como epicentro del ser de Cernuda o el estado de miseria en el yo desdoblado de Gil de Biedma.





Bibliografía:

Cernuda, L. (2008): Antología del grupo poético de 1927, selección de Vicente Gaos, Madrid, Cátedra.
___________ (1935): “Soliloquio del Farero” en Montetes-Mairal y Laburta, Noemí (ed.). (2016). Textos de la asignatura: Direcciones poéticas de la modernidad. UNIBA.
___________ (1958): “Robert Browning”, en Pensamiento poético en la lírica inglesa (siglo XIX), en Cernuda, L. (1994) Prosa I, Obra completa, volumen II, Madrid, Siruela, pp. 392-409.

 __________  (1958): “Historial de un Libro”, en Poesía y Literatura I (1960), en Cernuda, L. Prosa I, Obra completa, volumen II, Madrid, Siruela, 1994, pp. 625-661(el fragmento escogido recoge las impresiones del autor sobre sus libros de la década de 1930, los años de la guerra y de su exilio en la Gran Bretaña, pp. 640-65).

Genette, G. (2003) : « Fiction ou diction ». Poétique, (2), Paris, Le Seuil, pp.131-139.
Gil de Biedma, J. (1968): “Contra Gil de Biedma” en Montetes-Mairal y Laburta, Noemí (ed.). (2016). Textos de la asignatura: Direcciones poéticas de la modernidad. UNIBA.

______________ (1977): “Como en sí mismo, al fin”, en VV. AA., 3 Luis Cernuda, Universidad de Sevilla, Sevilla, pp. 11-33. - Jawad Thanoon, A. (1991): El monólogo dramático en la poesía española y contemporánea: (I: Luis Cernuda y la segunda generación de posguerra) (selección de páginas referentes a Cernuda y Gil de Biedma pertenecientes a esta tesis doctoral, disponible al completo en: http://digibug.ugr.es/handle/10481/13977#.Vj79BrcveUl 

______________ (2009): "Los requisitos formales del género del monólogo dramático". Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en:  https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero41/monodram.html

Pérez Parejo, R. (2007): "El monólogo dramático en la poesía española del XX: ficción y superación del sujeto lírico confesional del Romanticismo". Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en: https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero36/monodram.html

Rimbaud, A. (2007) : Poèmes et correspondances choisis, Paris, Gallimard.
_____(1998) : Une Saison en enfer, Illuminations, Paris, Librairie Générale Française.
Teruel Benavente, J. (2009): "Dialogismo e identidad en la poesía de Jaime Gil de Biedma", en Teatro: Revista de Estudios Culturales / A Journal of Cultural Studies, vol. 23, disponible en:

miércoles, 4 de enero de 2017

Breve análisis de dos poemas de Miguel de Unamuno




Miguel de Unamuno considerado como uno de los pensadores, filósofos e intelectuales más influyentes de su época (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936), se devela también como un poeta tardío, con una obra considerada como una de las más importantes del siglo XX: «Yo apenas escribí versos hasta pasar de los treinta años, y la mayoría de ellos, la casi totalidad, después de traspuestos los cuarenta […]. Son poesías de otoño no de primavera.» (Carta a Zorrilla de San Martín, 2-XI-1906).

A lo largo de su vida, Unamuno, se sumerge en crisis existenciales y en luchas interiores que influyen y se hacen evidentes en su obra. En este breve análisis, estudiaremos y compararemos los poemas Id con Dios y La oración de un ateo escritos en 1907 y 1911 respectivamente.

En Id con Dios podemos apreciar la insistencia de parte del autor por encontrar reconocimiento de su obra poética. Unamuno nos dice en sus versos la demora que tuvo en comenzar su labor en la creación de los versos: «Aquí os entrego, a contratiempo acaso/flores de otoño, cantos de secreto» (Unamuno, 1907: s.p.).

Por otra parte, vemos también como Unamuno nos habla de sus versos como un padre, un creador y formador de sus hijos (sus poemas) «Esta idea tiene su antecedente en Bécquer, quien hablaba del poeta como el padre de sus criaturas, las cuales pelean por salir–igual que los hijos del seno materno-. Dice Bécquer: “¡Andad, pues! ¡Andad y vivid con la única vida que puedo daros!”» (Moreno, 2007: s.p.): Y Unamuno se refiere a su obra diciendo: «¡Cuántos murieron sin haber nacido, /dejando, como embrión, un solo verso! […] /Estos que os doy logré sacar a vida,/y a luchar por la eterna aquí os los dejo […] /hice ya por ellos/lo que debía hacer; que por mí hagan/ellos lo que me deban, justicieros» (Unamuno, 1907: s.p.).

El poeta se muestra como un ferviente creyente de Dios, a quién parece entregar y encomendar su trabajo. Sin embargo, como lo dijimos anteriormente, Unamuno sufría de conflictos internos y existenciales, lo que nos hace pensar que encontró en sus escritos un camino a la salvación y a la paz que anhelaba; también una manera de alimentar ese deseo de reconocimiento y egolatría: «y que al morir, en mi postrer jornada/ me forméis, cual calzada, mi sendero/ (…) Íos con Dios, pues con Él vinisteis/ en mí a tomar, cual carne viva, verbo,/responderéis por mí ante Él, que sabe/ que no es lo malo que hago, aunque no quiero,/ sino vosotros sois de mi alma el fruto» (Unamuno, 1907: s.p.).

En contraste con el soneto La oración de un ateo, encontramos a un Unamuno que evidencia sus más hondos conflictos existenciales: «¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande/que no eres sino Idea; es muy angosta/la realidad por mucho que se expande/para abarcarte. Sufro yo a tu costa, /Dios no existente, pues si Tú existieras/existiría yo también de veras.» (Unamuno, 1911: s.p), parece haber una contradicción en ambas obras, una que desborda sentimientos muy religiosos y la otra muy antirreligiosa. Si estudiamos más a profundidad la obra completa de Unamuno descubrimos que en realidad se trata de un abordaje lírico que nos expone dos puntos de vista que son, a lo largo de su vida, temas relacionados con sus dudas y cuestionamientos en torno a la existencia de Dios, del ser humano y del origen de ambos.

En ambos poemas, y tal como el mismo Unamuno describe en su ensayo Mi Religión, lo que encontramos son «gritos del corazón, con los cuales he buscado hacer vibrar las cuerdas dolorosas de los corazones de los demás» (Unamuno, 19: 3), cantos que son «mi religión, y mi religión cantada, y no expuesta lógica y razonadamente.» (Unamuno, 1907: 4). En Id con Dios nos transmite un poder de creación de la palabra que proviene de lo divino, de Dios; a diferencia de La oración del ateo que es la afirmación de que ese Dios es solo una idea que el ser humano ha creado para justificar, manipular o dar una explicación al mundo, en este soneto se expresa una persona que niega la existencia de Dios: «Tú, Dios que no existes» (Unamuno, 1907: s.p.) y utiliza la segunda persona del singular, con la que el narrador habla paradójicamente con Dios, ausente e inexistente, pero a quien va dirigido el poema, para al final condensar en una Idea el concepto de Dios y del ser humano, como prueba de su inexistencia o de su existencia.

Unamuno inspiró los temas de sus obras en los conflictos interiores que sufre el ser humano, trató de buscar y valorar el punto intermedio entre fe y razón, reflexionó sobre la existencia de Dios, sobre el sentido de la religión, sobre la muerte y sobre el paso del tiempo.

 
Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca

  

¡Id con Dios!

Aquí os entrego, a contratiempo acaso,
flores de otoño, cantos de secreto.
¡Cuántos murieron sin haber nacido,
dejando, como embrión, un solo verso!
¡Cuántos sobre mi frente y so las nubes
brillando un punto al sol, entre mis sueños, 
desfilaron como aves peregrinas,
de su canto al compás llevando al vuelo,
y al querer enjaularlas yo en palabras
del olvido a los montes se me fueron!
Por cada uno de estos pobres cantos,
hijos del alma, que con ella os dejo,
¡cuántos en el primer vagido endeble
faltos de aire, de ritmo se murieron!
Estos que os doy logré sacar a vida, 
y a luchar por la eterna aquí os los dejo;
quieren vivir, cantar en vuestras mentes, 
y les confío el logro de su intento.
Les pongo en el camino de la gloria
o del olvido; hice ya por ellos 
lo que debía hacer; que por mí hagan
ellos lo que me deban, justicieros.
Y al salir del abrigo de mi casa 
con alegría y con pesar los veo, 
y más que no por mí, su pobre padre,
por ellos, pobres hijos míos, tiemblo. 
¡Hijos de mi alma, pobres cantos míos, 
que calenté al arrimo de mi pecho,
cuando al nacer mis penas balbucíais,
hacíais de ellas mi mejor consuelo!
Íos con Dios, pues con Él vinisteis 
en mí a tomar, cual carne viva, verbo,
responderéis por mí ante Él, que sabe
que no es lo malo que hago, aunque no quiero,
sino vosotros sois de mi alma el fruto;
vosotros reveláis mi sentimiento,
¡hijos de libertad! y no mis obras
en las que soy de extraño sino siervo;
no son mis hechos míos, sois vosotros, 
y así no de ellos soy, sino soy vuestro. 
Vosotros apuráis mis obras todas; 
sois mis actos de fe, mis valederos. 
Del tiempo en la corriente fugitiva 
flotan sueltas las raíces de mis hechos, 
mientras las de mis cantos prenden firmes
en la rocosa entraña de lo eterno.
Íos con Dios, corred con Dios al mundo,
desparramad por él vuestro misterio,
y que al morir, en mi postrer jornada
me forméis, cual calzada, mi sendero,
el de ir y no volver, el que me lleve
a perderme por fin, en aquel seno
de que a mi alma vinieron vuestras almas,
a anegarme en el fondo del silencio. 
Id con Dios, cantos míos, y Dios quiera 
que el calor que sacasteis de mi pecho, 
si el frío de la noche os lo robara, 
lo recobréis en corazón abierto 
donde podáis posar al dulce abrigo
para otra vez alzar, de día, el vuelo.
Íos con Dios, heraldos de esperanzas
vestidas del verdor de mis recuerdos,
íos con Dios y que su soplo os lleve
a tomar en lo eterno, por fin, puerto.


La oración del ateo

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, 
y en tu nada recoge estas mis quejas, 
Tú que a los pobres hombres nunca dejas 
sin consuelo de engaño. No resistes 

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas, 
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes. 

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande 

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.







Bibliografía

(1900): “Carta a Miguel Gayerre” (27-9-1900), en Múgica, P. de (1972): Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, Madrid, Rodas, p. 273.

Unamuno, M. de (1907): “Mi religión”, en Mi religión y otros ensayos: http://www.ensayistas.org/antologia/XXE/unamuno/ 

(1932): “Poética”, en Poesía española. Antología (1915-1932), selección de Gerardo Diego, Madrid, Signo.

(1904): “Intelectualidad y espiritualidad”, en La España Moderna, III.