Tras la publicación de Tristana, de
Benito Galdós en 1892, escritores y escritoras influyentes como Emilia Pardo Bazán y
Leopoldo Alas (Clarín) no demoraron en reaccionar en torno a esta novela que,
dicho sea de paso, no fue muy bien acogida por la crítica literaria de la
época. Justamente en ese mismo año se publicaba Realidad, drama también escrita por Galdós, que según Pardo Bazán y
Clarín influyó en el infortunio de su escaza crítica.
Como podemos ver en los análisis de ambos críticos, existen algunos
puntos de discrepancia. Clarín se muestra contundente al decirnos: «No
creo yo, como la señora Pardo Bazán, que el autor haya abandonado el asunto
principal por andar de prisa, que buscó el final a la diable y como quiera» (Alas, s.f.: 223) y es aquí donde encontramos
el primer elemento de disentimiento porque Bazán insiste a lo largo de su
ensayo en que «El asunto interno de Tristana
, […] imperfectamente desarrollado, es el despertar del entendimiento, la
conciencia de una mujer sublevada contra una sociedad que la condena a perpetua
infamia y no le abre ningún camino honroso para ganarse la vida, salir del
poder del decrépito galán» (Pardo Bazán, 1892: 81), se trata pues, de un tema que,
según Bazán, el autor tuvo que profundizar y abordar de manera más precisa: la
emancipación de la mujer. Por tanto, asuntos como el amor de Horacio y la
conquista y propósitos de Don Lope no merecían ser los argumentos con más
desarrollo en la novela.
Pardo Bazán reclama a Galdós la falta de «un drama
trascendental; que va a asistir al proceso libertador y redentor de un alma,
[…]… no es así (Pardo Bazán. 1892: 86) porque finalmente el desarrollo y su
posterior desenlace se centra en la partida de Horacio y en el personaje de
Tristana que se consume tras el acontecimiento de su enfermedad.
A
diferencia de lo anterior, Leopoldo Alas, ve en la historia «puramente la
representación de un destino gris atormentando a un alma noble, bella, pero
débil» (Alas, s.f.: 224), lo que podríamos considerar como su interpretación de
lo que es la vida misma, esos eventos fortuitos que también pasan en la
realidad, esos finales tan naturales y que hacen la historia más cercana al
público lector.
Tanto Pardo Bazán como Leopoldo Alas tienen una visión muy diferente del
papel de la protagonista de Tristana.
Por un lado, Alas reconoce en la protagonista a una mujer soñadora, de
buenos sentimientos, pero al mismo tiempo débil e incapaz de encaminar la
realidad tal como ella la imagina y la desea:
Yo veo allí puramente la representación
bella de un destino gris atormentando a un alma noble, bella, pero débil, de
verdadera fuerza sólo para imaginar, para solar, de muchas actitudes
embrionarias, un alma como hay muchas en nuestro tiempo de medianías llenas de
ideas y sin energía ni vocación seria (Alas, s.f.: 224).
Lo anterior responde y explica, tal vez, el porqué de la naturalidad y
la aceptación con que el crítico toma el desenlace de la obra.
A diferencia de Leopoldo Alas, Emilia Pardo Bazán ve en Tristana a una
mujer que podría representar un símbolo para la liberación femenina, de no ser
por el rumbo que Galdós le dio a la historia: «Lo único que
significan mis cesuras (pues no niego que lo sean) es que Tristana prometía
otra cosa; que Galdós nos dejó entrever un horizonte nuevo y amplio, y después
corrió la cortina» (Pardo Bazán, 1892: 88). Esta apreciación
podemos vincularla de manera directa al pensamiento feminista de Bazán que provocó
en ella ese deseo por encontrar una novela que coincidiera con sus idearios y
que se sumara a ese «proceso libertador y redentor de un alma,
de un alma que representa a millones de almas oprimidas» (Pardo Bazán, 1892:
86).
Marisa
Sotelo, Ricardo Gullón y Robert Dash, todos críticos literarios, tienen muchos
puntos de encuentro en relación a la obra Tristana
de Benito Pérez Galdós. Uno de estos puntos radica en el tema de la poca
recepción crítica de la obra a causa del drama Realidad del mismo Benito Pérez Galdós.
Ricardo
Gullón nos remite a las palabras elaboradas por Leopoldo Alas en torno a la
escaza crítica: «atribuyo la poco entusiasta recepción crítica de la obra al
notable número de comentarios suscitados en aquellos días por otro texto de
Galdós: El drama la Realidad» (Gullón, 2011: 9). Por otra parte, Robert Dash
expresa que «no es que Tristana fuese
mala, ni que fuese gran novela, sino que la prensa se encontraba ocupada con un
acontecimiento que se consideraba extraordinario: el estreno de Realidad»
(Dash, s.f: 631).
En estos textos encontramos, también, otro
elemento en común de parte del análisis de los críticos: la influencia del
teatro y de la pintura en la obra. Recordemos que Pérez Galdós se encontraba en
la producción del drama de Realidad
de manera simultánea con la escritura de
Tristana, lo que posiblemente lo estimula en la creación de algunos de
estos matices artísticos a la novela. Para el caso, Ricardo Gullón identifica
en Tristana una transformación:
Lo pictórico y lo literario en su doble
vertiente, novelística y dramática se inscriben en el mismo ámbito, el
artístico, y pudieren ser considerados como avatares movidos por idéntica
intención y subsumidos en una sola metamorfosis (Gullón, 2011: 13-14).
Por
otra parte, Marisa Sotelo nos expone las influencias que tiene Tristana en
relación a la obra de grandes escritores entre los que encontramos a Shakespeare:
“Puntualmente aborda también otros aspectos como la influencia de los modelos
literarios antes mencionados: Cervantes, Shakespeare, Balzac, Dickens; el
estilo y el uso de los diferentes niveles y registros del lenguaje” (Sotelo,
s.f.: 769). Y finalmente, Robert Dash nos explica cómo los personajes de la
novela Tristana se penetran del
drama: «una lectura detenida de la novela nos revela que la protagonista
expresa su interés por el arte escénico» (Dash, s.f.: 633).
Bibliografía
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