lunes, 5 de diciembre de 2016

Las actas del juicio




Ricardo Piglia, escritor argentino, es uno de los narradores y críticos más importantes e influyentes en la literatura actual. Su cuento Las actas del juicio forma parte del volumen Nombre falso publicado en 1975.

Las actas del juicio es una narración de carácter histórica que trata sobre el juicio del presunto asesino de uno de los personajes de la historia de Argentina, el General Justo José de Urquiza, enmarcada a partir de hechos ocurridos en el año 1852.

Piglia nos presenta una historia partiendo de un documento oficial, se trata de un acta de la declaración y la reconstrucción de los hechos de un asesinato; y es aquí donde comienza una especie de juego entre la ficción y la realidad, de la literatura y la historia. Narrada en primera persona por uno de los testigos y acusados, Robustiano Vega que podría ser la alteración del nombre de Robustiano Vera, quien fue el coronel que tuvo al mando una partida de cincuenta hombres con la misión de apresar a Justo José de Urquiza. Aquí la intención de Piglia es mostrar las contradicciones de la historia oficial a partir de la intrahistoria literaria.

Podemos apreciar como en el interrogatorio del juicio existe la presencia de un Juez, sin embargo sus preguntas al acusado no figuran en el relato, no obstante los espacios en blanco seguidos de los guiones de inicio del diálogo nos indican que es la respuesta a esas interrogantes que el autor omite en la narración de la historia: «— ¿Quién dice que no es de esto de lo que tengo que hablar? Si fue por esto que yo lo hice y por estas cosas entendió el General que no era al hiedo a lo que nosotros le cuerpeamos, la noche aquella, en los Bajos.» (Piglia, 1967:1). Podemos ver también expresiones como «—No, señor. Ninguno de nosotros sabe.» (Piglia, 1967:5) para hacer respuesta a esa otra voz oculta que podríamos intuir se trata del juez.

A través del tiempo los historiadores han construido la imagen de Urquiza con base en documentos e investigaciones rigurosas, nos han retratado a un personaje con grandes intenciones políticas, sociales y culturales, que luchó por el bienestar y desarrollo de un pueblo; los motivos de su asesinato han sido objeto de dudas y largos debates. En este cuento, Piglia ficcionaliza el relato y el punto de vista de uno de los supuestos asesinos del General, quien de manera inicial formó parte de sus tropas y por circunstancias relacionadas con la misma política acabó siendo uno de sus asesinos:

 —Sí. Fue por todo eso que yo lo hice. Pero ya había sucedido antes, la noche aquella en los Bajos de Toledo, […]. Esa vez sucedió. Y no fue por divertirnos. Ni por miedo a pelear como andan diciendo. sino por coraje y porque el General ya no se mandaba ni a él. […]. Lo que pasó después, es como si no hubiera pasado. Esto de que todo Entre Ríos ande con voluntad de guerrear y gri­tando ¡Muera Urquiza! cuando para nosotros, los' que peleamos al lado de él, ya estaba muerto desde antes. (Piglia, 1967: 7).


En un lenguaje provinciano y con algunas marcas propias de esa oralidad,  Robustiano Vega nos cuenta el punto de vista de esa otra parte en la que podemos notar el reconocimiento de Urquiza como el líder que fue y que poco a poco se desvaneció por las circunstancias precarias, la desesperación, la versión de que se trató del gesto heroico de quien se rinde para pacificar el país, algunas malas decisiones y también traiciones de las que, según la historia, fue víctima:

Lo demás vino porque daba lástima verlo, tan apagado […].Por las tardes se paseaba cerca del río, y uno lo miraba de lejos, y era como ver pasar el viento. Se andaba solo y callado y daba una especie de indignación. También por eso lo hice. Para ayudarlo. Pero hubo otras cosas, porque sino ustedes no armarían este bochinche y yo no estaría aquí, parado, hablando de esto que sólo me da pena. Alguna otra cosa anduvo pasando que no sabemos, algo que viene de lejos y que fue lo que modificó al General. Y de eso parece que no hay quién conozca. Ni entre ustedes (Piglia, 1967: 8).

Es importante mencionar como el autor hace la construcción de los personajes de Urquiza y Vega; del primero podemos resaltar el hecho de que a pesar de tratarse del supuesto asesino de uno de los hombres más emblemáticos de la época, es también un hombre que se muestra conmovido y que siente pena, dolor y confusión a pesar de que al final su moral, su ideología y su misma ignorancia lo incitó a perpetrar el crimen: «—Perdone, mi General —le dije, y me apuré buscándole el medio del pecho para evitarle el sufrimiento» (Piglia, 1967: 9).

La voz de Robustiano Vega nos describe también al personaje de Justo José de Urquiza, nos presenta a un ser humano con virtudes y también defectos, describiendo actos que desmitifican su imagen.

Vemos como se describe a un hombre que la historia nos ha presentado como un símbolo de la lucha, de la libertad y de la justicia «—No. Y por eso estábamos con él. Porque siempre hizo lo que era debido y daba gusto pelear por él, que era como nosotros, que había empezado de abajo y se lo hizo todo» (Piglia, 1967: 4), sin embargo a su vez nos muestra a un hombre frío y cruel con sus adversarios, situación que llevó a Robustiano a la decepción y que lo motivó a partir aquella tarde del 11 de abril de 1870, acompañado de cincuenta hombres, a perpetrar el asesinato del General Urquiza:

Ninguno de nosotros sabe de dónde le nacían las ganas de hacer esas cosas que no podían gustarle ni a él. Lo de quedarse con las tierras de las viudas. O querer llevarnos a pelear contra los paraguayos, que nunca nos hicieron nada, y al lado de Mitre. Y eso con los desertores, de hacer que los lanceáramos en seco […]. Los amontonó en el corral grande y nos hizo formar sobre la avenida, como para una diversión. Los iba largando de a uno y después elegía a algunos de nosotros, con la mirada. Nos achicábamos sobre el caballo porque era feo eso ele verlos correr y correr solos y al sol, en medio de la calle, despatarrados por el miedo, cada vez más cerca, igual que si retrocedieran, hasta meterse abajo del caballo […]. Estuvimos toda la tarde en esas corridas, hasta casi acostumbrarnos a los gritos. Y se fueron quedando tendidos, como trapos al sol, en una fila despareja que llegaba cerca de la laguna (Piglia, 1967: 5).

En la realidad diversas interpretaciones proporcionan los historiadores respecto de las motivaciones de la retirada de los simpatizantes y hombres que luchaban con Urquiza.
Su prolongada hegemonía en la provincia y la posterior adhesión a la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento abrieron el camino para que uno de sus principales hombres, López Jordán, deci­diera tomar su lugar. Los historiadores conjeturan que fue él quien organi­zó la partida que lo asesinó en 1870.

En este cuento, Piglia consigue provocar y conmover al lector a través de la voz del entrerriano Robustiano Vega y logra capturar un punto ciego de la historia política de Argentina en la comisura del lenguaje, siendo muy difícil deslindar la historia de las formas literarias.






Bibliografía

Piglia, Ricardo. “Las actas del juicio” en La invasión, Barcelona, Anagrama: 2006 (Edición revisada de la 1967).

Carrión, Jorge. El lugar de Piglia: crítica sin ficción. Introducción. Barcelona, Candaya: 2008.

Forastelli, Fabricio. "La lectura y el lector." Orbis Tertius 15 (2010).