viernes, 10 de febrero de 2017

«Cipote airado» de José Adán Castelar



José Adán Castelar, poeta y narrador hondureño nacido en 1941. Su obra ha sido clasificada por Hellen Umaña, en su libro La palabra iluminada, como parte de la Vanguardia y el Realismo Social que perteneció a la Generación de la década de los 50 (nacidos entre 1924-1953).

«Cipote airado[1]» es uno de los poemas incluidos en su libro Sin olvidar la humillación, publicado en 1987: «Este poemario es la respuesta a los años de política reaganeana en Centro América […] El lenguaje de raíz popular —con el empleo del vulgarismo— es mecanismo para expresar la cólera y la indignación frente a la prepotencia del imperio y sus crímenes de lesa humanidad. […] Poesía directa, de fuerte politización y definido sustrato ideológico» (Umaña, 2006: 507-508). 

En la literatura hondureña de la época surge un notable interés por la problemática social que atraviesa el país y se genera, a su vez, un rompimiento con la tradición poética, de la misma manera que sucedió en el resto de los países de Latinoamérica y otras partes del mundo. Para el caso, un ejemplo de esa poesía directa, politizada y coloquial, que rompe con la tradición lírica, son los versos de «Cipote airado». En este poema podemos identificar elementos conversacionales y de diálogo, que además emplea un lenguaje oriundo de la región: «—¿Qué hay de nuevo/ en Comayagua, muchacho?—/ —Putas y Gringos./—¿Putas y gringos?—/ Y más burdeles». En este primer párrafo podemos apreciar como el poeta utiliza dos palabras de uso popular en la región: putas y gringos, al mismo tiempo que nos plantea una situación que es parte de un contexto histórico que se vivió en el país.

Durante la década de los 80, en Honduras se instaló, por el gobierno de Estados Unidos, la base militar aérea de Palmerola, ubicada en la ciudad de Comayagua. Estos acontecimientos generaron disgusto y preocupación en la población, y José Adán Castelar lo refleja en la voz de un cipote, que se manifiesta molesto y con ira ante el ambiente generado a raíz de los hechos ocurridos. A propósito del trabajo poético de Castelar, Eduardo Bähr expresa que «no es una poesía de contemplación. Castelar refleja también, de manera contendiente, la condición contradictoria en el seno de su población: por un lado la dignidad, la protesta, la llama de la dignidad ardiendo en el parque; por otro los enemigos con sus ruidos, sus armas y sus perros» (Sosa, 2002: 38-49).

En el segundo párrafo de este poema, encontramos un cambio en el tono, que deja de ser conversacional y pasa a ser reflexivo y argumental: «No quiso hablar más/ (Apenas tuve tiempo/ de escribir lo que dijo)/ Su cólera ardía/ como el medio día de la ciudad». En estos versos podemos ver como el poeta nos describe la emoción y los sentimientos de un joven, pero que en realidad se trata de un sentimiento colectivo que circulaba en el imaginario social.

 Castelar nos retrata una de las consecuencias que trajo la apertura de esta base estadounidense. Hablamos de la llegada invasiva de los militares, en momentos de extrema pobreza en el país y en medio de un ambiente político hostil, proliferando, de esta manera, la prostitución que trajo consigo enfermedades venéreas tales como la Flor de Vietnam. «Su poesía está literalmente cruzada de parte a parte por señales de auxilio, sirenas abiertas y disparos de alta velocidad; por ellos asistido por un principio de razón suficiente, escribe para quien quiera leerlo: Guardar silencio es compartir el crimen» (Sosa, 2002: 384).

Vemos pues, que «Cipote airado» es un poema escrito en un lenguaje coloquial, conversacional, que describe la realidad que vive el poeta y su entorno. Es un poema, que forma parte de la producción literaria en Honduras, que rompe con la tradición poética y abre paso al coloquialismo que surgió años atrás en Cuba.

En Honduras los movimientos literarios, entre otras cosas, han llegado de manera tardía. Lo anterior es posible que responda a lo que afirma Óscar R. Flores cuando expone que «durante los años treinta y cuarenta, el ambiente cultural estuvo dominado por un grupo de intelectuales vinculados al régimen dictatorial (1933-1949) del general Tiburcio Carías Andino. Ellos identificaban las tendencias de vanguardia con la poesía social y revolucionaria […]. Esto trajo como consecuencia que los escritores de vanguardia fuesen, en Honduras, escritores marginales, cuyo espacio se caracterizaba por la contestación» (Umaña, 2006: 364-365).

José Adán Castelar, hoy en día, es uno de los poetas más influyentes en la poesía hondureña, con una creación poética diversa en la que sobresalen obras de poesía amorosa, vivencial, plástica, reflexiva y social. Ha recibido premios tales como el Premio Latinoamericano de poesía Roberto Sosa (1986), Premio Centroamericano de poesía Juan Ramón Molina (1988) y el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa (2003).


[1] A diferencia de España, en donde la palabra cipote hace referencia al miembro viril, en Honduras y otras zonas mesoamericanas donde el náhuatl fue una lengua predominante, la palabra cipote hace alusión a un niño o una niña.





Bibliografía
Castelar, José Adán (1987). Sin olvidar la humillación. Tegucigalpa: Litografía López.
Sosa, Roberto (2002). Honduras Poesía Política. Prefacio, selección y notas de Roberto Sosa. Tegucigalpa, Honduras: Editorial Guaymuras.
Umaña, Hellen (2006). La palabra iluminada. El discurso poético en Honduras. Ciudad de Guatemala: Letra Negra editores.



jueves, 2 de febrero de 2017

La imagen de la muerte en «Muerte de Antoñito el Camborio» y «La aurora»




La presencia de la muerte es un elemento poético en la obra de Federico García Lorca (Granada, 1898 - desaparecido y asesinado por la guardia civil española, Granada, 1936, durante la dictadura franquista). En este opúsculo haremos un análisis comparativo, en relación a la imagen de la muerte, entre el romance «Muerte de Antoñito el Camborio» de su libro Romancero Gitano y el poema «La aurora» de su poemario Poeta en Nueva York.

En «Muerte de Antoñito el Camborio» podemos apreciar como Lorca canta y admira al perseguido y sufrido pueblo gitano, el poeta nos transmite a través de sus versos el dolor, la agonía, la tragedia y la angustia que son, en este caso, los signos portadores del tema de la muerte. Este romance, desde su título, nos revela una tragedia, comenzando con un primer estribillo que también se repite en otros momentos del poema: «Voces de muerte» y que nos anuncia el fatal desenlace.

Por otra parte vemos como el título «La aurora»y el párrafo que lo sucede parecen no estar en consonancia, no obstante ese antagonismo es lo que nos llevará a la recurrente imagen de la muerte: «La aurora de Nueva York tiene/ cuatro columnas de cieno/ y un huracán de negras palomas/ que chapotean las aguas podridas» (García Lorca, 1940: s.p.), se trata pues de la luz del amanecer que se transforma en un grito de denuncia ante una inmensa, caótica y oscura ciudad inundada de contaminación y de imponentes estructuras de concreto que son representadas en estos versos.


Ambos poemas nos narran una historia de lucha y agonía. En el romance «Muerte de Antoñito el Camborio» nos cuenta la historia de un personaje heroico que es derrotado y asesinado en una emboscada perpetrada por sus cuatro primos. Lorca nos describe este enfrentamiento «Les clavó sobre las botas/ mordiscos de jabalí./ En la lucha daba saltos/ jabonados de delfín./ Bañó con sangre enemiga/ su corbata carmesí» (García Lorca, 1928: s.p.) y de esta manera, hace una descripción con un lenguaje metafórico que evoca imágenes del inconsciente muy propias del surrealismo. Si relacionamos «La aurora»con lo anterior, encontramos una similitud en cuanto al tema de la lucha por la vida y la supervivencia simbolizada, en este caso, por la naturaleza: «La aurora de Nueva York gime/ por las inmensas escaleras/ buscando entre las aristas/ nardos de angustia dibujada.» (García Lorca, 1940: s.p.), vemos pues como la aurora es personificada cuando nos dice que gime, presentándonos una imagen auditiva que connota sufrimiento; luego la desplaza, recordando las escaleras para incendio (que son muy comunes en los edificios de la ciudad), vemos también a la aurora que sufre intentando encontrar un resquicio de naturaleza, simbolizada por los nardos. Como podemos apreciar, hay varios elementos que hacen referencia a la naturaleza, pero a una naturaleza destruida, contaminada y agonizante.


En el segundo párrafo del romance de «Muerte de Antoñito el camborio», el poeta entabla un diálogo con su amigo muerto:
Antonio Torres Heredia,[…]/ ¿Quién te ha quitado la vida/ cerca del Guadalquivir?/ Mis cuatro primos Heredias […]/ ¡Ay Antoñito el Camborio […]/ Acuérdate de la Virgen/ porque te vas a morir./ ¡Ay Federico García,/ llama a la Guardia Civil! / Ya mi talle se ha quebrado /como caña de maíz. (García Lorca, 1928: s.p.).

 El poeta crea un ambiente de desesperanza, ante la inminente muerte de Antoñito, de la misma manera que lo hace en el tercero y cuarto párrafo de «La aurora»:
 La aurora llega y nadie la recibe en su boca/ porque allí no hay mañana ni esperanza posible./ […]/  Los primeros que salen comprenden con sus huesos/ que no habrá paraíso ni amores deshojados;/ saben que van al cieno de números y leyes,/ a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. (García Lorca, 1940: s.p.)

Esta falta de esperanza, esta ausencia de paraíso podría ser una reflexión religiosa del poeta, una contracción personal, extrapolada a la ciudad en la que percibe la injusticia y la desesperanza.

            Y en el último párrafo de ambos poemas, llega el trágico y homólogo final: la muerte de Antoñito: «Tres golpes de sangre tuvo/ y se murió de perfil./ […]/voces de muerte cesaron/ cerca del Guadalquivir.» (García Lorca, 1928: s.p.) y «La luz sepultada por cadenas y ruidos» (García Lorca, 1940: s.p.), que nos hace referencia a la muerte, en «La aurora» y, que a diferencia del otro, el enfrentamiento con la muerte es una vivencia colectiva de una ciudad sumida en un sistema de producción esclavizante para el ser humano.






Bibliografía

García Lorca, F. (1935), “Conferencia-recital Romancero gitano”, en OOCC, vol. III, Prosa, Madrid, Aguilar, 1991, pp. 339-346.

 (1932): “Un poeta en Nueva York”, en OOCC, vol. III, Prosa, Madrid, Aguilar, 1991, pp. 347-358.

Salinas, P. (2007): “Federico García Lorca”, “García Lorca y la cultura de la muerte” y “Palabras en homenaje a García Lorca”, en Literatura Hispánica Moderna, incluido en OOCC, vol. II, Ensayos completos, Madrid, Cátedra, Bib. Áurea, edición, introducción y notas de Ensayos completos, Enric Bou y Andrés Soria Olmedo, pp. 1263-1266 y 1279-1292.

Castro Arena, M. (2010): “Poeta en Nueva York de Federico García Lorca”, Alicante, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Disponible en pdf.